El Arte en la construcción de una nueva escuelaGustavo-Moran

Gustavo Vega Morán, escritor y periodista.

El sistema educativo de nuestro país, poco ha evolucionado desde que en 1832 con el Primer Reglamento de Enseñanza Primaria se decreta la Instrucción Pública, manteniéndose en la actualidad la concepción bancaria y vertical de la enseñanza, en la cual el educando se atiborra de información y conocimientos que poco o nada contribuyen a su formación integral y a una correcta interactuación con los otros y su entorno. Al contrario, lo preparan para la competencia dentro de las reglas del mercado capitalista, y su educación se mide por su capacidad para enriquecerse y “triunfar” en medio de una sociedad consumista, deshumanizada y egoísta, en la que prevalece el afán de posesión y se relega el ser, tanto individual como social.

Como resultado de ese tipo de educación, y en concomitancia con otros factores como la desigualdad económica y social y el dificultoso acceso a la educación, que más que un derecho es un privilegio, la sociedad salvadoreña se encuentra ante dramáticas realidades, entre las cuales se destacan la violencia, la drogadicción y el narcotráfico, la desintegración del tejido social, el deterioro de las relaciones interpersonales y el descuido del medio ambiente.

Esto, no debería ser así. La educación más que una forma de mantener invariable el estado de cosas y perpetuar un sistema injusto y excluyente, debe dirigirse desde la escuela a capacitar a los niños y jóvenes para que puedan re-pensar y cambiar el mundo, formando individuos con pensamiento crítico, capaces de discriminar lo bueno de lo negativo, y de elegir conscientemente valores y concepciones del mundo que contribuyan a construir una sociedad más justa, equitativa e incluyente.

 Para lograr ese fin, muchas son las acciones que deben emprenderse desde la educación y transformarse dentro de la estructura educacional. Entre ellas, la formación artística ocupa un lugar de importancia fundamental, puesto que ella contribuye a formar la personalidad del individuo de manera reflexiva, no solo para ser “productivo” económicamente hablando.

 En ese sentido, en el presente texto me interese como escritor y artista, exponer ante el lector algunas reflexiones sobre arte, cultura y educación, que podrían contribuir a la formación de un sistema educativo de calidad, que ayude a formar ciudadanos sensibles y preparados para la vida

Necesidad e importancia de la formación artística

Partamos de que la cultura, entre otras cosas, ha sido y continúa siendo para el individuo una búsqueda de soluciones a las dificultades que a diario se le presentan, tanto en la vida como en la sociedad, en cualquier época y lugar. Y, que más allá de su conceptualización como los productos tangibles e intangibles del quehacer humano, la característica primera de la cultura debería ser la transformación del mundo circundante; pues, en los hechos culturales existe siempre una intención trasformadora de la realidad (en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento).

Y, uno de los más importantes procesos culturales es el arte. Sin embargo, aún no hemos comprendido a cabalidad su importancia bidireccional en la escuela: como un área específica de formación en arte y como un instrumento efectivo de la educación. En ambas direcciones, el arte contribuye a la formación integral del ser humano.

Lo que sucede es que hemos sido adaptados a percibir las manifestaciones artísticas desde una actitud pasiva, de ocio y recreación a lo sumo, y no desde su función productiva y activa, capaz de formar individuos críticos y reflexivos. Vemos el arte como una forma de adaptación al mundo, pero no como una posibilidad de interactuar con la realidad creativamente.

Incluir el arte en los procesos educativos, brinda a la educación la posibilidad de crear valores, habilidades y competencias para la autoexpresión y la comunicación, a través del arte se pueden fomentar formas de convivencia novedosas, sobre todo en contextos como los nuestros que presentan una diversidad cultural.

Es sabido que la formación artística contribuye a ampliar la comprensión y la construcción de la realidad, y forma valores y actitudes que ayudan a la formación integral del individuo, tales como las señaladas por la XXX Conferencia General de la UNESCO:

  1. Contribuye al desarrollo de su personalidad, en lo emocional y en lo cognitivo;
  1. Tiene una influencia positiva en su desarrollo general, en el académico y en el personal.

Inspira el potencial creativo y fortalece la adquisición de conocimientos;

  1. Estimula las capacidades de imaginación, expresión oral, la habilidad manual, la concentración, la memoria, el interés personal por los otros, etc.

Incide en el fortalecimiento de la conciencia de uno mismo y de su propia identidad.

  1. Dota a los niños y adolescentes de instrumentos de comunicación y autoexpresión.
  1. Contribuye a la creación de audiencias de calidad favoreciendo el respeto intercultural.

Así, entonces, la educación artística inculca en hombres y mujeres (desde la infancia a la vejez) la capacidad de apreciar la belleza tanto en las mismas expresiones artísticas, como en las relaciones con nosotros mismos, con la naturaleza y el medio ambiente.

Enseñanza del arte y arte como herramienta de educación.

Cuando hablamos de la integración del arte a los procesos educativos, de inmediato surgen dos concepciones: la enseñanza del arte como asignatura y la utilización del arte como un recurso de enseñanza.

Esa dicotomía estuvo presente en el transcurrir del siglo pasado y lo sigue estando en el actual. Son los dos grandes enfoques definidos con los términos “educación por el arte” y “educación para el arte”. Pero, ¿es que son excluyentes entre sí ambos enfoques?

Desde mi punto de vista, compartido por estudiosos de la materia, no lo son. Y esta es precisamente una de las características invaluables del arte, su función integral, que le permite ser objeto de estudio y recurso didáctico a la vez.

 En el numeral anterior, me parece, queda esbozada la necesidad de la enseñanza del arte en la escuela, que es una necesidad de la educación moderna y una prioridad para la educación integral del ser humano. Pero además, el arte puede ser (y esto parece ser mejor comprendido) una herramienta educativa que propicia la transmisión de valores y un recurso efectivo para enseñar otras materias.

 A través de la integración del arte como herramienta de enseñanza, se rompe con la monotonía del aprendizaje en materias que frecuentemente se presentan áridas ante el educando. La enseñanza de las matemáticas, por ejemplo, que tradicionalmente ha sido una de las materias más “duras”, puede facilitarse si a su enseñanza se le agregan elementos lúdicos, recursos artísticos como la dramatización y la composición de textos rimados que hacen más accesible el conocimiento.

Y es que, la integración del arte como vía de formación, tiene la ventaja que incluye al estudiante en el proceso de su educación, lo vuelve parte del mismo y pasa de ser el ente sentado y quieto en un pupitre frente al maestro, a ser un sujeto activo que no solo recibe información y conocimientos, sino que los genera y participa, contribuyendo así a su propia formación y la formación del docente, que se retroalimenta y actualiza a partir de la expresión del educando de sus necesidades e intereses, surgidos de la realidad que vive.

Al ser educado a través del arte y a la vez recibir una formación artística, el individuo adquiere una sólida conciencia estética que refleja la relación del hombre con el medio ambiente y a la vez un conocimiento sensible y valorativo de la realidad mediante la práctica y la expresión de valores que adquieren forma a través de la práctica artística.

A manera de conclusión, considero que la escuela debe ser una institución cultural y de desarrollo integral, no solo de los educandos, también de las familias y las comunidades, en donde confluya el esfuerzo del gobierno, las comunidades, iglesias, ONGs, empresas, alcaldías, etc.

A través de acciones socioculturales como los talleres y los eventos artístico-culturales debe promover de manera directa, la educación por lo útil pero también por lo bello, a fin de que los hombres y mujeres formados por el sistema educativo no sólo sean más “sabios”, sino también más buenos.