Está en nuestras manos
Inés Hernández y Daniel del Amo
Posiblemente la enseñanza sea la profesión que recibe mejores palabras y menos apoyo de los poderes públicos en cualquier país. Los bajos salarios, las jornadas dobles, el número excesivo de alumnos y la falta de materiales suelen ir acompañados de frases como “En sus manos está el futuro de la nación”, “a los profesores les entregamos lo que más queremos: nuestros hijos”, etc. Al mismo tiempo, los maestros y maestras de Infantil y Primaria especialmente, suelen ser menospreciados por la sociedad pues “para enseñar a leer y a escribir, tampoco hay que saber tanto”. De esta manera se intenta justificar una formación del profesorado que deja bastante que desear en prácticamente cualquier parte del mundo.
Y sucede que demasiadas veces el profesor pierde su propia estima y se acomoda a esa forma de pensar y de actuar. Olvida que la enseñanza, además de profesión, es vocación y responsabilidad: cada mañana veinte o treinta niñas y niños esperan de nosotros lo mejor y con sus ojos muy abiertos, con su sonrisa y con su interés nos están pidiendo que les acompañemos por los caminos del conocimiento, de la convivencia, de la ciudadanía; que seamos maestros y guías de sus vidas.
Entendida así, nuestra tarea adquiere dimensiones que sólo pueden ser abordadas desde la vocación y con el apoyo de otros compañeros que sienten la misma responsabilidad. Permítannos una referencia a la escuela española de los años 60 del siglo pasado, cuando nosotros comenzamos a trabajar en la enseñanza: maestros pesimamente pagados, aulas y material deteriorados, cuarenta o más alumnos por aula y, lo peor, unos libros de texto que rezumaban una ideología fascista y unas autoridades que perseguían cualquier forma de organización del profesorado. Sin embargo, muchos profesores éramos conscientes de que teníamos en nuestra manos el futuro de esos niños y de otra España más prospera y más tolerante. Y nos organizamos en Movimientos de Renovación Pedagógica, sin apoyos del Gobierno y, en muchos casos, perseguidos y sancionados. Pero cambiamos la escuela.
En El Salvador, en Bolivia y ahora en Perú hemos conocido y trabajado con compañeras y compañeros profesores con la misma ilusión por cambiar la Escuela. A veces nos muestran su pesimismo sobre que las cosas vayan a cambiar, pero se ponen manos a la obra. Recordamos con cariño las intensas jornadas pasadas en Morazán de la mano de FUNDEMAC con maestros a los que expusimos algunas propuestas para renovar las prácticas escolares. También los dos meses de intensa actividad en Yapacaní (Bolivia) con más de cien profesores y con el apoyo de la Dirección Educativa de la zona. Y estos dos años últimos acompañamos en el camino de la renovación a un estupendo grupo de más de treinta profesores en Gran Chimú (Perú). Maestras y maestros de esa zona remota que trabajan en unas condiciones de especial dificultad (aislamiento de los caseríos, caminos impracticables para los vehículos, alumnado con desnutrición y parasitosis, viviendo los maestros mismos en condiciones muy precarias, bajos salarios…). Y pese a todo son capaces de caminar dos horas de ida y otras dos de vuelta a través de montañas desérticas, a pleno sol o ya de noche, con tal de encontrarse con otros compañeros que también quieren cambiar la escuela que tienen. Y ahora mismo ya han organizado grupos de trabajo donde ellos son los agentes de su formación y donde discuten los problemas a las que se enfrentan y buscan las soluciones entre todos. En una palabra, están viviendo su vocación y haciendo frente a su responsabilidad. Son ya un Movimiento de Renovación.
Es verdad que ha hecho falta el apoyo de Ayuda en Acción a través de CIEDI (nuestra contraparte en la zona), pero también ustedes cuentan con FUNDEMAC, una organización que, preocupada por el desarrollo integral de las comunidades, tiene entre sus prioridades la mejora de la educación, la formación del profesorado y la dotación de recursos.
Acérquense a FUNDEMAC y hablen con ellos no solo de capacitaciones sino, sobre todo, de cómo organizarse entre ustedes para que sean ustedes mismos actores de ese cambio educativo que promoverá un Salvador más avanzado, más próspero y menos violento.
Inés Hernández y Daniel del Amo son maestros y voluntarios de Ayuda en Acción