No nos sirve cualquier educación

PepeEn el año 2.000, Naciones Unidas en su Asamblea General, se puso una serie de objetivo de  Desarrollo Internacional, con la meta puesta en el 2.015. Uno de los objetivos era lograr la enseñanza primaria universal:

Segundo objetivo: Asegurar que en 2015, la infancia de cualquier parte, niños y niñas por igual, sean capaces de completar un ciclo completo de enseñanza primaria.

Ya hemos llegado a esa fecha. Este es uno de los objetivos que en el mundo no se ha alcanzado. Entre 2000 y 2012, el porcentaje de niños y niñas en edad escolar, que se han  matriculados en primaria ha pasado del 83% al 90%. Se ha avanzado, de eso  no cabe duda. Pero si profundizamos un poco en la realidad el dato empeora: uno de cada cuatro menores que asisten a la escuela en países empobrecidos no terminará sus estudios. El índice de fracaso escolar es excesivamente alto y nos ensombrece totalmente la consecución del objetivo

Pero el dato más estremecedor es que hoy, 58 millones no van al colegio y, como no, son los pobres, las niñas y los menores con discapacidad, quienes suelen ser los  excluidos.

El Salvador tampoco ha alcanzado el objetivo de escolarizar al 100% de la infancia en primaria. Según el “Tercer Informe de Avance de los Objetivos del Milenio en El Salvador ha habido avances considerables, especialmente en cuanto a la tasa neta de matriculación en enseñanza primaria, que pasó de 75.5% en 1991 a 93.7% en 2012 y en la tasa de alfabetización de personas de 15 a 24 años, que pasó de 85.2% en 1991 a 97.1% en 2012.

En cuanto a la deserción escolar en El Salvador, el dato es mejor que en el resto de países empobrecidos, aunque no nos debe servir para sentirnos contentos: el porcentaje de alumnos que inician 1er grado y finalizan 6º pasó de 52.6% en 1991 a 84% en 2012.

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Está claro que en El Salvador se ha hecho un esfuerzo importante, lo que no nos dicen las estadísticas es ¿cómo es la calidad de esta educación? Sobre todo en las zonas rurales, en las colonias más alejadas, en definitiva, en los lugares más empobrecidos del país.

De cualquier forma hay que seguir avanzando en la escolarización, y trabajando duro para que no quede ni un niño ni una sola niña sin escolarizar. El objetivo hay que perseguirlo sin desmayo; pero en este camino no nos puede bastar con esto. No nos sirve cualquier educación.

Si la educación que el estado presta es simplemente un lugar donde adormecer las conciencias de nuestros hijos y mantenerlos ocupados durante cinco horas al día, mejor llamarla de otra forma.

Necesitamos de la educación, pero de una educación de calidad, porque es la educación, precisamente, la mejor herramienta para salir de la pobreza y para que esta no se perpetúe de generación en generación.

Un pueblo educado es difícilmente manipulable, es un pueblo que exige sus derechos, accede a los servicios que la sociedad ofrece. Un pueblo educado ve como disminuyen los índices de mortalidad infantil y de mortalidad en el parto, mejora su alimentación, disminuye la violencia y aumenta su participación social y política, incrementa las inversiones productivas y hace crecer la economía del país.

La educación es la mejor inversión que un país puede hacer. Sin educación un país no tiene futuro.

Pero no vale cualquier educación. Para que de verdad sea motor de desarrollo tenemos que apostar por una educación que tenga, al menos, estas cuatro características:

  • Que sea universal: nadie sin escolarizar. Para ello hay que prestar una especial atención para que la escuela no discrimine a las niñas, ni a quien tiene alguna discapacidad. Que no mire ni el color de la piel, ni la nacionalidad, ni el idioma… todos en igualdad de condiciones. En la escuela caben todos.
  • Que sea de calidad: que aporte los conocimientos y las herramientas necesarias para desenvolverse en la vida, que permita a las personas acceder a empleos donde se necesite una cualificación profesional, pero que incluya también valores democráticos, de convivencia y, sobre todo, de justicia.
  • Que sea inclusiva: que admita, especialmente, a todos aquellos colectivos que suelen ser con mayor frecuencia excluidos: niñas, sobre todo de familias empobrecidas, habitantes de cantones alejados y, sobre todo, niños y niñas con necesidades educativas especiales. Es sangrante ver cuántas personas, por tener una discapacidad auditiva, visual o psíquica, no son admitidas en las escuelas con la excusa de no tener los medios necesarios para atenderlas o, a veces, son las mismas familias quienes las excluyen. Necesitamos una educación que respete y se adapte a las necesidades particulares  de cada alumno.
  • Que sea transformadora: tiene que ser una educación que sea motor para transformar nuestra sociedad, que empodere a las personas para que sepan defender y reclamar sus derechos, y forme una ciudadanía crítica, informada y activa en la resolución de sus problemas y de sus comunidades. Necesitamos una educación que no perpetúe las desigualdades sociales existentes, sino que contribuya a un país más justo, equitativo y sostenible.

En resumen: la educación que queremos es aquella que atienda a todos en su singularidad y que promueva el desarrollo personal, el fortalecimiento de las capacidades y ayude a la construcción de una ciudadanía crítica. Que ayude a hacer salvadoreños y salvadoreñas sujetos de su historia y no objetos pasivos de la sociedad. Que mejore la democracia, posibilite mayores oportunidades de trabajo y de ingresos y favorezca el desarrollo económico del país.